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martes, 8 de junio de 2010

Historia sin título


Entres tantas cosas que escribí, hay una que es la que más me gusta.

Es una especie de cuento corto y que hasta ahora no le puse nombre a esta pequeña historia.


“Tarde lluviosa en la ciudad, desde el balcón del hotel, Billy puede apreciar el gris color que invade las calles solitarias. A lo lejos se ve la plaza vacía de pájaros. Aunque no tiene destino fijo, busca algún lugar en el mapa que compró en una estación de servicio, pero la realidad es que escapa de un fracaso que lo tuvo como protagonista.

Decidió que era mejor vivir lejos de Shelly e ir en busca de su pasado. Sería una forma de alivianar el dolor de su corazón que estaba bastante destrozado.

Miró el cielo que ya empezaba a oscurecer y percibió que la lluvia había cesado, al menos por un rato; dejó escapar un suspiro de resignación y prendió un cigarrillo tal vez para acompañarlo en su vuelo a la imaginación que había retrocedido unos meses atrás hasta el día en que Shelly sentenció el final del noviazgo (muchos creían que eran hechos el uno para el otro).

Ella no tuvo compasión cuando fríamente le dijo que ya no lo amaba, que otro ocupaba su corazón. Todo había terminado, sus sueños, proyectos, ideas, todo se esfumó.

Sabía que a partir de ese momento no sería fácil olvidarla a pesar de las formas que buscó. Trató de empezar de cero, de volver a ser el joven alegre y feliz con ganas de vivir la vida. Recordó también aquellas madrugadas y frías que después del final, él desde la calle observaba la ventana de la habitación de Shelly. Ella no sabía que allá afuera, en medio de la lluvia tormentosa, Billy la contemplaba y en el más profundo silencio le declaraba que aún seguía amándola. Cuantas noches!. Y casi como una coincidencia divina o algo por el estilo, todo ese tiempo llovió; parecía que el clima reflejaba la tristeza de esa historia de amor marchita.

De pronto, todas esas imágenes del pasado se le borraron de la mente y Billy sintió que su corazón de a poco dejaba de latir. La angustia era muy grande y le había jugado una mala pasada.

Miró hacia el cielo triste y como un milagro vió que su estrella preferida estaba allí brillante en medio de la nocturnidad del cielo.

Entonces dejó escapar una frase diciendo:”-Estoy tan cansado…”

Lo encontraron a la mañana siguiente sentado al lado de la ventana; parecía dormido, y así estaba, pero dormido para siempre.

Cuentan que desde la noche de ese día, y todas las noches lluviosas y frías, un pájaro blanco posa en la ventana de Shelly y queda hasta el amanecer para luego desaparecer misteriosamente.

Y ella…ella nunca lo sabrá…nunca.

Javier Villegas.-